Pero en el momento más intenso del juego en la televisión, de repente algo salió mal, y en un momento la pantalla se volvió completamente negra.
– ¡Oh!, una porquería alada, te has vuelto a sentar en la antena, Styopka, ¡qué coño! – Yegorych maldijo irritado y salió al patio.
Lanzó una mirada furiosa al tejado de su casa y vio allí lo que había esperado ver: a la porquería alada, a Styopka, que primero se había sentado en silencio en la antena de televisión, pero al ver al dueño de esa, comenzó a bailar sobre ella, y, además, emitir graznidos largos y beligerantes.
– Bueno, ¡sal de aquí, Styopka, vuela a tu casa y siéntate en tu propia antena! – gritó amenazadoramente Yegorych, quitándose su bota de lona, con la cual tenía la intención de derribar al insolente pájaro.