DE NAUFRAGIOS Y AMORES LOCOS - страница 21

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Amaneciendo llegué a la escuela Lenin, al parecer allí habían trabajado toda la noche recibiendo delegados, porque numerosas personas caminaban aún a esa hora por los pasillos y áreas exteriores. Me colgué del cuello la credencial y haciendo uso de un acento extraño empecé a mascullar un español que para cualquiera era legítimamente extranjero, así supe donde se encontraba el comedor, mi primera e inmediata meta, ya que nada me apetecía más, ni más agradecerían mis húmedos huesos que un café con leche bien caliente y un pan con mantequilla. En el comedor, amplio y encristalado había para escoger: yogur, malta, helado, leche fría, frutas, ensaladas, dulces, pero café con leche ni para un remedio. Tuve que conformarme con un par de bocaditos de jamón y queso y una taza bien llena de té caliente. Pregunté después, para quitarme el susto, qué delegaciones se hospedaban en la escuela, pues me hubiera visto en un aprieto si alguien se dirigía a mí en árabe, idioma en el que sólo sabía decir Salam Alekum, por suerte allí primaban delegados latinoamericanos y de la Europa socialista.


Al cabo de una hora el jolgorio y el aire festivo aumentaron cuando se fueron sumando a los deambulantes otros cientos de jóvenes recién llegados y otros cientos recién levantados. Me puse en una fila en el vestíbulo y me entregaron dos pullovers, uno con la Flor del Festival y otro con un CUBA SI grandísimo en el pecho; en otra cola me dieron una gorra roja y un puñado de sellitos metálicos con saludos y consignas. Hice otra cola, esta vez más larga y pude abordar un ómnibus que nos llevó hasta la Playa de Santa María.


Después de la tormenta del día anterior el sol lucía radiante y la atmósfera limpiecita, como acabada de estrenar, sin embargo mi mente, que debía estar también clara y como recién estrenada, era un hervidero, una madeja de sentimientos, deseos, aspiraciones y miedos que le roncaba. Por un lado tenía la tranquilidad de poseer un documento que me amparaba y que suponía iba a ser el Ábrete Sésamo de los próximos días, por el otro me corroía el temor de ser sorprendido in fraganti en mis mentiras, lo mismo por la policía o autoridades de los albergues, que por los propios delegados, ya que si ante algunos me había presentado como árabe, para otros era nica, para otros más colombiano y todavía me faltaba personificarme como Silvio.