DE NAUFRAGIOS Y AMORES LOCOS - страница 5

Шрифт
Интервал



Con lo que más trabajo pasé para lograr mi transformación fue, increíblemente, con la ropa. En aquella época conseguir un jean azul, bueno de verdad era más difícil que hacer gárgaras bocabajo, aparte de lo carísimo que resultaba, así que a través de mañas y marañas logré hacerme de uno, ya viejo y desteñido, pero con tremenda onda. Para obtenerlo tuve que arrancarme de un tirón de un pedazo de mi infancia. Cambié mi magnífica colección de postalitas del Zorro Vengador, que llegaban a ciento cuatro y una bolsa repleta de bolas de cristal, más de trescientas, por un Lee legítimo a Pan con Nalga, un gordito de once años, pero que tenía mi complexión, hijo de un venturoso marinero. Dije venturoso marinero, no confundir con marino aventurero.


Con el apoyo y el aliento del profesor de guitarra, que incluso me la prestó gustoso, salí con mi nueva apariencia a las calles del pueblo. De mi casa al centro de la ciudad hay unos tres kilómetros que decidí hacer caminando, al principio el nerviosismo me comía por una pata, pero a medida que avanzaba y veía a la gente detenerse o voltear la cabeza para mirarme me fui envalentonando y a no pocos repartí docenas de mi sonrisa torcida. Me quedaba la duda, por la cercanía al hogar, de que la gente del barrio me reconociera a pesar de mi nueva apariencia y de que me miraran así sorprendidos por mi indumentaria, pero cuando me fui adentrando en otros barrios y la gente allí también me miraba absorta perdí totalmente el miedo y apenas si había andado una nueva cuadra a partir de aquella reflexión cuando mi intuición se corroboró. Una jovencita, gorda y pecosa, me gritó desde su balcón, ¡Silvio, aquí también te queremos! La miré, sonreí y con estudiado gesto, para que pareciera natural, la saludé con la mano. Realmente no sé la cantidad de ligues que hice con mi nueva estampa, muchas hubo que jamás supieron que estaban en brazos de un impostor.


Cuando en el pueblo ya era famoso por mis conquistas, y estas a causa de los chismes y la envidia comenzaron a disminuir, fue que inicié mi primera gira. Para entonces había logrado hacerme de mi propia guitarra y además abandonado los estudios de Ingeniería Eléctrica en el segundo año de universidad. Mamá, siempre tan ocupada trabajando en la calle, me consideraba un loco incorregible; abuela continuaba mimándome solidaria y Alfredo y Carlos en cierta medida me apoyaban financieramente, conscientes de que me debían, bueno en realidad a Silvio, las novias que ellos también poseyeron y poseían.