Así pensaba nuestro Airecito volando por encima de la dormida ciudad. Al acercarse a la biblioteca, ha entrado por la ventanilla abierta y se ha acercado a la mesa redonda donde estaban sentados el bibliotecario Lectórius y su nieta Adelina. Airecito como siempre ha llegado a la biblioteca para ayudar a sus amigos. Ellos estaban muy ocupados intentando restaurar un gran libro antiguo y se han alegrado muchísimo al ver a Airecito. El bibliotecario le ha dicho:
– ¡Oh, mi amigo Airecito! ¡Llegas muy a tiempo! Nosotros no podemos finalizar esa labor tan delicada sin ti. Nadie es capaz de hacer este trabajo porque requiere tanta paciencia y agilidad los que solo tú tienes.
Adelina, la nieta del bibliotecario, ha continuado:
– Llevamos aquí toda la tarde recuperando libros y manuscritos antiguos con la ayuda de un cortapapeles, unos pinceles finos y pegamento. ¡Y ahora tú, Airecito, ¡sopla por favor lo más fuerte que puedas! Hay que secar muy bien el pegamento en esta página.
Y Airecito soplaba fuerte, muy fuerte para secar las páginas de un libro recién recuperado mientras Adelina las hojeaba y charlaba con el:
– Vaya… mi abuelo y yo encolamos los libros, los encuadernamos de nuevo e incluso cambiamos las páginas dañadas. Pero solo tú, Airecito, con tu suave brisa puedes sujetar en el aire estas hojitas dañadas y tan frágiles cuando es necesario. ¿Dónde has estado? ¡Ah, bueno, es fácil de adivinar! Seguro que adormeciendo a algún niño de la ciudad. Sabes, Airecito, sin ti no sería posible salvar algunos libros, porque muchas de las páginas son tan decrépitas y frágiles que se pueden destruir por completo solo con un toque más ligero y cuidadoso.
El bibliotecario ha afirmado lo dicho por ella:
– ¡Y que habilidad tienes para hacer desaparecer el polvo de las estanterías de libros cuando nos ayudas a limpiar la biblioteca!
Adelina ha empezado a reír: – ¡Sí! ¡La limpieza nunca había sido tan divertida como ahora! ¿Verdad, abuelo? ¡Ya tenemos bien pegada y seca la página, todo ha salido genial! Hemos terminado por hoy con todo el trabajo, ahora podemos descansar.
– Pues entonces yo voy a dar un paseo y airearme un poco, – ha dicho Airecito.
– ¡Si, hace una noche magnífica, estrellada y cálida! Dejaremos la ventanilla abierta para ti hasta el amanecer, – ha contestado el bibliotecario.