El pez mayor no demoró en llegar, ya la había divisado en la distancia haciéndome blanco de escrutadoras miradas. Dio un par de vueltas por los alrededores y siempre tornaba la vista hacia mí, a la tercera enfiló directamente al banco donde me sentaba.
_ ¡Ay!, yo no sabía que usted fumaba.
Tendría unos veintiocho o treinta años, alta, esbelta, de tez canela, pelo lacio y abundante ¿India o mulata?, me pregunté y la respuesta más acertada que encontré fue, ¡santiaguera nata! Un bello engendro con una voz melodiosa y una gracia visible en el semblante. Realmente hubiera preferido una rabirrubia antes que aquella morena, considerando los rescoldos aun humeantes de mi pasión por la Cardinale, sin embargo no estaba en condiciones en ese momento de hacer distinciones ictiológicas y suponiendo que esa era la pececita que esperaba, le brindé la más torcida de mis sonrisas.
_Bueno, ¿y cómo podrías saberlo?
_Es que usted es tan conocido y al menos en los recitales y entrevistas nunca lo he visto fumar. Cuando lo cuente a mis amigas no me lo van a creer, ¡el mismísimo Silvio Rodríguez en el Parque Céspedes! De veras que nunca imaginé que me pudiera pasar esto. Estoy tan nerviosa.
_Pues no tiene razón alguna para estarlo, soy tan mortal y tan cubano como usted o como cualquiera ¿Cómo me imaginaba?, pero bueno, siéntese para charlar un rato, ¿o está muy apurada?
_ ¿Apurada yo? No, ¡qué va, si tengo todo el tiempo del mundo! Pues, bueno…je, je… lo imaginaba un poquito más alto, no tan pálido y la voz, aunque me suena extraña, no la imaginé tan cálida.
Tuve un estremecimiento al imaginar que había descubierto el fraude.
_Realmente no eres tú, vamos a tutearnos, la primera que hace esa observación. Sucede que los maquillajes para la televisión y los conciertos le cambian un poco el semblante a uno, pero así como me ves así soy, recuerda que yo soy de donde hay un río y ojalá por lo menos pudiera conocerte, esto último lo dije con la entonación de esas respectivas canciones.
No tuve que gastar más balas, se echó a reír tan alegremente de mi broma que sentí que abría las puertas para el escape. Sin dificultad se creyó la historia de la voz afectada por recientes conciertos y también la de mi retiro de incógnito, al menos para las agencias de prensa e instituciones culturales, a Santiago para calmar mi espíritu después de fuertes desavenencias conyugales y también se imaginó que debía ofrecerme un refugio, aunque modesto para aliviar mis tristezas. Refugio que le acepté después de falsos titubeos.