Sexo anal - страница 3

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Uní mis labios a los suyos sin mediar palabra y empecé a besarle. Perdimos la noción del tiempo mientras nos besábamos.

Me permitió saborear sus labios lo suficiente, y esto ayudó a que el tipo se excitara de nuevo. Yo, al notar el bulto en su pantalón, volví a sonreír, y le conduje hacia el parque, apenas iluminado por las farolas. No había gente alrededor; todo el mundo prefería estar en las fuentes, que estaban iluminadas, mucho mejor para que no nos molestaran.

Apoyé las manos en el árbol y levanté el borde de mi vestido. El tipo no tardó en ponerse en marcha; quería correrse cuanto antes, sentirme plenamente.

Seguramente el sexo con él sería aún más maravilloso que lo que había sucedido en el autobús. Se sacó la polla de la bragueta y me la metió en la raja. Gemí suavemente. Pero eso no fue suficiente para mí. Empecé a estirar mi otro agujero por mi cuenta. El tipo se quedó literalmente alucinado con el espectáculo.

Me golpeó contra la madera y yo moví las caderas en respuesta. Entonces, asegurándome de que mi otro agujero estaba lo suficientemente dilatado, me detuve y saqué su polla de su entrepierna y la guié hasta mi ano. ¡¡¡Hostia puta!!! Los dos gemimos.

– Se siente tan rico. – susurró el tipo. – Estrecho, caliente, y la forma en que tus músculos aprietan completamente mi polla. ¡Increíble!

Pasé una pierna por encima de su antebrazo para que pudiera penetrarme todo lo que pudiera. Usé mi mano libre para jugar con mi clítoris. Me excitó tanto que me corrí casi de inmediato. El tipo siguió aumentando el ritmo. Quería prolongar este momento todo lo posible.

Finalmente no pudo contenerse y me dio una palmada en el culo, menos mal que no había nadie, el sonido fue jugoso y fuerte. Gemí. El tipo estaba a punto de eyacular en mi culo. Pero lo detuve, saqué una servilleta de mi mochila y me senté de rodillas frente a él.

Le limpié suavemente el pene y tiré la servilleta a un lado. Me bajé los tirantes del vestido y dejé al descubierto mis pechos. Luego, moviendo lentamente la mano sobre su polla, pasé la lengua desde los testículos hasta la cabeza, siguiendo mi mano. Quería probarla toda. El tipo no se resistió. Mi pecho se balanceaba al ritmo de mi cabeza, levanté la vista hacia él y, mirándole a la cara, engullí por completo su polla, que, por cierto, era ligeramente más grande que la media.