Поцелуй и другие легенды. Уровень 1 / El beso y otras leyendas - страница 11

Шрифт
Интервал


Creo que he visto unos ojos como los que dibujo en esta historia[50]. No sé si es en sueños, pero los veo.

No puedo describir exactamente cómo son, los ojos brillan y son transparentes como las gotas de lluvia que resbalan sobre las hojas de los árboles después de una tormenta de verano[51]. De todas formas, confío en la imaginación de mis lectores para que me entiendan en este boceto de un cuadro que algún día pintaré.

Capítulo 1

El ciervo está herido… está herido; no hay duda[52]. Se ve la sangre entre las zarzas del monte, y al saltar un arbusto, sus piernas han flaqueado…

Nuestro joven señor comienza donde otros terminan… en cuarenta años de caza, no he visto un mejor golpe…[53] ¡Pero por San Saturio, patrón de Soria! corten su camino por los árboles de carrasca, animen a los perros, toquen las trompetas hasta quedarse sin aliento, y azoten a los corceles con una espuela de hierro en los costados: ¿no ven que se dirige hacia la fuente de los Álamos y si la cruza antes de morir, podemos considerarlo perdido?

Las laderas del Moncayo repitieron el sonido de las trompetas, el latir de los perros sueltos y las voces de los pajes resonaron con furia renovada, y la confusa multitud de hombres, caballos y perros se dirigió al punto que Iñigo, el principal cazador de los marqueses de Almenar, señaló como el mejor para cortar el paso al animal.

Pero todo fue inútil. Cuando el perro más rápido llegó a las carrascas, jadeante y con la boca llena de espuma, el ciervo, veloz como una flecha, había saltado los arbustros de un solo brinco, desapareciendo entre los árboles[54].

– ¡Deténganse!.. ¡Deténganse todos![55] – gritó Iñigo entonces; estaba destinado a escaparse. Y la cabalgata se detuvo, y las trompetas se callaron, y los perros dejaron de perseguir el rastro al escuchar la voz de los cazadores. En ese momento, se unió a la comitiva el héroe de la fiesta, Fernando de Argensola, el primogénito de Almenar.

– ¿Qué estás haciendo? – exclamó dirigiéndose a su cazador, y mientras tanto, asombro se dibujaba en sus rasgos, y la ira ardía en sus ojos. – ¿Qué haces, tonto? ¡Ves que el animal está herido, que es el primero que cae por mi mano, y lo dejas escapar para que muera en lo profundo del bosque![56] ¿Crees acaso que vine a matar ciervos para alimentar a los lobos?