Cuando Antón finalmente logró calmar su respiración y ordenar sus pensamientos, lo invadió una profunda revelación: esto no había sido una casualidad. Durante todo ese tiempo, había ignorado el hecho de que sus pensamientos realmente podían influir en el mundo que lo rodeaba. Pero ahora, tras enfrentar la posibilidad de su propia muerte, ya no podía ignorar esa fuerza. Su amigo tenía razón: la realidad podía cambiarse si tomaba una decisión consciente. ¡Y él realmente tenía ese don!
Desde ese día, Antón ya no era el escéptico que se reía de las palabras sobre el poder de los pensamientos. Comprendió que el mundo no era tan predecible ni lineal como él había creído. Se dio cuenta de que dentro de él existía una fuerza capaz de influir en los acontecimientos a su alrededor, siempre que decidiera usarla.
Su vida cambió por completo. Cada día recordaba ese momento en el que el tiempo se había ralentizado, cuando su conciencia se había dividido en dos caminos, y fue su elección la que lo llevó a la salvación. Pero ahora Antón comprendía que no fue solo una coincidencia o un golpe de suerte. Había sido elegido, y se le había otorgado un poder que le permitía moldear la realidad. Este entendimiento no llegó de inmediato; se fue revelando lentamente dentro de él, como una flor que solo se abre cuando ha llegado su momento.
Antón comprendió que el universo respondía a sus deseos. No era un simple espectador pasivo, sino un participante activo en su vida. En los momentos en que despejaba su mente del caos y se enfocaba en algo en particular, la realidad comenzaba a ajustarse a él. No era magia, sino algo más natural, algo que siempre había estado con él, pero que no había notado.
Con cada día que pasaba, Antón se daba cuenta de que esta fuerza no era simplemente un don, sino una parte integral de su camino como elegido. No se le había dado solo para existir, sino para tomar las riendas de su destino y, en muchos casos, influir en los destinos de aquellos a su alrededor. Comprendió que el mundo que lo rodeaba no era una imagen estática, sino un tapiz en constante cambio, que podía tejerse según la pureza de sus pensamientos y la intensidad de sus intenciones.
Ahora, cuando Antón dirigía su voluntad hacia el universo con una intención clara, éste le respondía. Podía sentir cómo las fuerzas invisibles movían los hilos de los eventos, guiándolo por nuevos caminos, creando oportunidades y abriendo salidas incluso en las situaciones más aparentemente imposibles.