No mires atrás - страница 35

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Intenté recordar algo más, pero los pensamientos se deslizaban como arena entre los dedos. Mi cabeza dolía tanto que parecía que iba a estallar en cualquier momento.

– ¿Quiénes son? ¿Por qué estoy aquí? – susurré mentalmente, sabiendo que no obtendría respuestas. Desde lo más profundo, una sacudida de terror subió por mi cuerpo. ¿Es esto el fin otra vez?

Mis manos estaban atadas, pero no con demasiada fuerza, y con un ligero esfuerzo logré deslizarme fuera de la cuerda. Ese descubrimiento me inquietó, aunque el miedo seguía paralizando todo mi cuerpo. Pensé en Lana. Ella me había cambiado. Antes, me habría rendido, me habría encogido en un rincón y esperado el final, pero Lana siempre me hacía luchar, incluso cuando solo quería desaparecer. Ella era la parte de mí que gritaba: "¡Sobrevive! ¡Hasta el último suspiro!" Esa idea me impulsaba a seguir adelante.

Tenía que salir de aquí. La oscuridad a mi alrededor comenzó a retroceder lentamente, permitiéndome ver las viejas paredes del sótano, cubiertas de moho. Ahora mis sentidos no me engañaban: realmente estaba en un sótano. Parecía que la intuición siempre me había guiado correctamente, y ahora comenzaba a comprenderlo.

El silencio era casi ensordecedor, hasta que se rompió por el sonido de unos pasos pesados, resonando por el estrecho espacio. Mi corazón comenzó a latir más rápido, y parecía que esos pasos se acercaban hacia mí durante una eternidad. Con cada sonido nuevo, se escuchaban más cerca, más fuertes, más pesados. Escalera. Uno, dos, tres… cinco escalones. Me tensé al escuchar cómo la llave giraba en la puerta de metal. El sonido del cerrojo cediendo me hizo estremecer, y automáticamente contuve la respiración.

Decidí no mostrar signos de haber despertado, me quedé completamente inmóvil, escuchando. La puerta se abrió con un crujido, y dos personas entraron en la habitación. Hablaban en voz baja, pero no pude captar lo que decían. Sus voces estaban apagadas, como si hablaran intencionadamente bajo para que nadie pudiera escucharlos. Sin perder tiempo, arrojaron dos pesadas bolsas al suelo, y el golpe sordo de las bolsas contra el piso de piedra resonó en mi pecho con un sonido desagradable.

La puerta se cerró de golpe, y los pasos comenzaron a alejarse rápidamente. Me quedé sola en este lugar húmedo y podrido, pero ahora sabía que algo estaba pasando. No podía permitirme quedarme aquí.