Треугольная шляпа / El sombrero de tres picos. Испанский с улыбкой - страница 5

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La niña de cuatro años, esto es, la señá Frasquita, se acercaba a los treinta. Tenía más de dos varas[5] de estatura, era recia o quizás más gruesa todavía de lo correspondiente a su distinguida talla. Parecía una matrona romana… y eso que no había tenido hijos. Pero lo más notable en ella era la movilidad, la ligereza y gracia de su respetable cuerpo. Su rostro era más movible todavía. Lo avivaban cinco hoyuelos: dos en una mejilla, otro en otra; otro, muy pequeño, cerca de la comisura izquierda de sus rientes labios, y el último, muy grande, en medio de su redonda barba. Imaginad, además, los picarescos gestos, los graciosos guiños y las bonitas posturas de cabeza y ya tendréis la idea de aquella cara llena de hermosura y brillante de salud y alegría.

Ni la señá Frasquita ni el tío Lucas eran andaluces: ella era navarra y él murciano. Él había ido a la ciudad de…, a los quince años, como medio paje, medio criado del obispo anterior. Su protector lo educó para clérigo y le dejó en su testamento el molino. Pero después de la muerte del obispo el tío Lucas abandonó la carrera sacerdotal y se convirtió en soldado. Más que decir misa y moler trigo deseaba ver el mundo. Participó en varias campañas como ordenanza del general don Ventura Caro y permaneció luego mucho tiempo en las provincias del Norte, donde tomó la licencia absoluta[6]. En Estella conoció a la señá Frasquita, que entonces se llamaba Frasquita; se enamoró, se casó con ella, y la llevó a Andalucía a aquel molino donde estaban tan pacíficos y dichosos.

La señá Frasquita, pues, trasladada de Navarra, no había obtenido ningún hábito andaluz, y se diferenciaba mucho de las campesinas andaluzas. Se vestía con más sencillez y elegancia que ellas, lavaba más sus carnes y permitía al sol y al aire acariciar sus brazos y garganta. Usaba, hasta cierto punto, el traje de mujeres de aquella época: la falda que dejaba ver sus menudos pies y el movimiento de su pierna; llevaba el escote redondo y bajo; todo el pelo recogido en lo alto de la coronilla, que dejaba ver la hermosura de su cabeza y de su cuello, pendientes largos en sus pequeñas orejas y muchas sortijas en los afilados dedos de sus duras pero limpias manos. Por último: la voz de la señá Frasquita tenía todos los tonos del más extenso instrumento, y su risa era muy alegre y natural.