_ ¿No te gusta cómo canto?
Negó con la cabeza mientras contraía los labios y ladeaba el rostro
_No, no es eso.
_ ¿Y entonces…?
_Es que no me dejas escuchar el recital por el radio ¿No te gusta la Pequeña Compañía?
De situaciones anteriores tenía el conocimiento y la experiencia de que no podía hacerme amigo de las mujeres. Cuando establecía una relación cordial sana con ellas, no había forma de que después pudiera conquistarlas, así que vi la oportunidad para comenzar mis insinuaciones antes de que la confianza con ella fuera mayor.
_ ¿Tú sabes qué cosa me gusta más que la Pequeña Compañía? Tu pequeña y cercana compañía.
Me miró recelosa, o más bien fingiendo recelo y con un brillo nuevo en la mirada
_Te pareces a alguien que yo conozco.
_Difícil, mi niña porque de los locos entre los locos yo soy el más loco.
_ ¿Y músico y poeta?
_De todo, por ti soy capaz de todo. Yo puedo decir los versos más tristes esta noche.
_No es decir, es escribir.
_No, ese fue Neruda. Yo te los digo, o los más alegres, los más originales, los que tú quieras escuchar.
Me miraba con aire de incredulidad, sonriendo la ocurrencia y creía adivinar en sus ojos cierta aceptación cuando Luis nos interrumpió.
_Guarde la Colt, compadre. Mira me contaron que aquí cerca hay una presa de lo más bacana. Vámonos todos a pecar.
_ ¿A pescar a esta hora?_ me extrañé_. ¡Tú estás loco!
_Loco no mi socio, tú eres el que estás sordo, dije a pecar, sin ese. Mira para acá, todavía queda una botéllula por los hómbrulos.
Y en la presa fue el despelote, tragos, canciones, chistes, más tragos y después el embullo colectivo de bañarnos y ellas que si los caimanes y nosotros que aquí no hay nada de eso, después ellas que si las trusas y nosotros que las de Adán y Eva y ellas que no y nosotros que sí y con el otro trago, la noche y las aguas oscuras nos engulleron totalmente en cueros. Al inicio chapoteamos y reíamos, luego nos fuimos separando hasta conformar cinco minúsculas islas que cada vez reducían más su territorio a medida que nuestros cuerpos se pegaban, se fundían y vino entonces el alboroto de Amarilis corriendo desnuda por las piedras de la orilla y Luis detrás de ella tropezando mientras intentaba ponerse los pantalones.
_Ese Plomo no es fácil_ se compadeció Bety.
_ ¿Qué plomo?_ pregunté ingenuo