DE NAUFRAGIOS Y AMORES LOCOS - страница 26

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Tomamos un par de caballos y nos perdimos por unos trillos perfumados en un bosquecito de eucaliptos y ocujes hasta que llegamos a la orilla de una represa que me pareció gigantesca. Con muchas señas y algunas palabras farfulladas por ella en español y otras que yo masticaba en inglés logramos establecer un código de comunicación bastante efectivo. Enseguida entendió que quería bañarme con ella y asintió. Me acordé de Bety y del Plomo y me reí de aquella noche en la presa. Mi chica me observaba en silencio, preguntó cómo se llamaban las curiosas elevaciones que se distinguían a lo lejos y le contesté que Tetas de Managua y mientras ella las observaba en la lejanía yo quería morder las suyas tan cercanas. Por pudor nos metimos en el agua con calzoncillo y blúmer, pero en cuanto nos manoseamos un poco y la sangre comenzó a hervir los arrojamos a la orilla con desesperación. La cargué a horcajadas y de pronto sentí perderme en un infinito azul de tibias emociones.


Absortos en el gozo nos retrasamos y por supuesto perdimos las guaguas. Vimos un grupo de extranjeros a lo lejos e intentamos unirnos a ellos, pero cuando descubrí que entre ellos se encontraban algunos árabes, tomé a Marina de la mano y salimos corriendo de allí, después de dar mil vueltas y de caminar como unos caballos logramos montar en una ruta 31 y fuimos hasta la Víbora desde donde continuamos viaje a la Lenin en otra ruta. Mi desconocimiento de la zona nos llevó a un recorrido ridículo, pues el Parque y la escuela Lenin son casi vecinos.


Eusebio me echó una cojonera del carajo al llegar.

_ ¡Mira que vos sos arrecho! Me abandonaste compa, me abandonaste.


Le conté lo sucedido y el resto de los días Marina, él, su chica rumana llamada Renata y yo formamos un cuarteto inseparable. Hicimos muchas promesas de escribirnos y todo eso que se planea cuando se establece una relación en esas circunstancias y que uno sabe a ciencia cierta que no se van a cumplir. Aun así, a pesar de nuestro estrecho roce, dos o tres noches me las agencié para escaparme un rato y establecer relaciones con mexicanos, canadienses, chicanos, argentinos, italianos y el Copón Bendito. Con artimañas, trucos y mucha labia e imaginación logré reunir un pulovito por aquí, un jean usado por allá, una cotona por acá y algunos que otros dólares, francos, liras, soles, bolívares y pesetas.Marina me dejó de recuerdo un radiecito portátil que era una maravilla.